Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,El Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios;Atendió a la voz de mi súplica. Salmos 66:18-19.
Esta reflexión nos recuerda la importancia de acercarnos a Dios con un corazón sincero y limpio, dejando a un lado el pecado y la malicia. La autenticidad y la humildad en nuestra relación con Dios abren el camino para que Él escuche y responda nuestras peticiones.