Reflexión:
Dios no solo nos da esperanza, Él es el Dios de la esperanza. En medio de la incertidumbre, el cansancio o el temor, este versículo nos recuerda que creer en Él produce gozo y paz, no por nuestras fuerzas, sino por el poder del Espíritu Santo. Esa esperanza no es frágil ni momentánea; es abundante, firme y viva.
Cuando confiamos en el Señor, nuestra vida se llena de una esperanza que no defrauda, porque viene de Aquel que nunca falla.
Oración:
Señor, lléname hoy de tu paz y gozo. Que mi fe en ti crezca cada día, y que tu Espíritu Santo haga rebosar mi corazón de esperanza. Amén.
