Este versículo nos recuerda nuestra nueva posición en Cristo. No solo hemos sido salvados por gracia, sino que también hemos sido elevados con Él a una realidad espiritual gloriosa. No estamos atados a la derrota, el pecado o el pasado; en Cristo, tenemos acceso a una vida victoriosa. Cuando enfrentemos desafíos, recordemos que nuestra verdadera identidad está en los lugares celestiales con Jesús. Vivamos con la seguridad de que nuestra vida está anclada en su victoria.