Las dificultades son inevitables, pero no determinan nuestro destino. Jesús no nos prometió una vida sin pruebas, sino una paz que trasciende cualquier tormenta. Su victoria sobre el mundo nos asegura que, aunque enfrentemos desafíos, no estamos solos ni derrotados.
Así que, cuando la vida parezca abrumadora, recuerda que la paz de Cristo no depende de las circunstancias, sino de su presencia. En Él, hay esperanza, fuerza y victoria. ¡Confía y avanza!
