En Génesis 14, vemos a Abram enfrentarse a una gran batalla para rescatar a su sobrino Lot. A pesar de la superioridad de los reyes enemigos, Dios le da la victoria con un pequeño ejército. Luego, Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, bendice a Abram y reconoce que la victoria provino de Dios.
Esta historia nos recuerda que en nuestras propias batallas no estamos solos. Dios pelea por nosotros y nos da la fuerza para vencer. Cuando enfrentemos dificultades, recordemos que nuestra victoria no depende de nuestros recursos, sino del poder y la gracia de Dios. Confía en Él, porque en cada lucha, Dios es tu auxilio y fortaleza