Génesis 11 nos muestra cómo el orgullo humano llevó a la confusión en la Torre de Babel. En su deseo de hacer un nombre para sí mismos, las personas desobedecieron a Dios y confiaron en su propia grandeza. Pero Dios intervino, dispersándolos y frustrando sus planes, recordándonos que sin Él, nuestros esfuerzos carecen de verdadero propósito.
Sin embargo, este capítulo también introduce la genealogía de Sem, que nos lleva a Abram, el hombre a quien Dios llamaría para cumplir Su promesa. Esto nos enseña que, aunque los planes humanos fallen, Dios sigue obrando para llevar a cabo Su propósito eterno.