Jehová Dios mío, A ti clamé, y me sanaste. Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura. Salmos 30:2-3.
Estos versículos nos recuerdan que, en medio de nuestras pruebas y momentos más oscuros, podemos clamar a Dios con confianza, sabiendo que Él tiene el poder para sanarnos, restaurarnos y salvarnos de la muerte espiritual y física. Dios es nuestro sanador y nuestro salvador, y por ello, debemos vivir con gratitud y alabanza hacia Él.